
¡Qué maravilla ver la Sierra de Madrid bien nevada! Y cómo no, mejor ir a buscarla y meterse dentro de ella, tocar la nieve, ver el agua caer, y sentir el campo vivo y al neumático trasero deslizar.
Guantes calefactables -que sigo sugiriendo-, autovía y en un pispás estás a 90 km de Madrid.

Al otro lado se puede disfrutar de una alfombra verde, calada de ojito con el acelerador, restos de nieve que unas veces acompaña al camino y otras pisas, ganado, caballos sueltos y aves; Todo acompañado de cumbres nevadas y una luz cambiante a medida que corren las horas del día.

Riachuelos y bañeras de las de cambiar el sonido del motor, de acelerar un poco más para que la rueda trasera te haga salir de la poza, y charcos helados.
También había una parte de carretera, larga, pero, las Administraciones actuan cada una a su aire y me quedé, por segunda vez, en el mismo punto que hace tiempo. Guadalajara no limpia ni echa sal a los denominados caminos rurales asfaltados, pero, Segovia sí, con lo que subes y te quedas ojiplático porque en la misma línea del cartel comienza la nieve y tu cabreo. ¿Para qué pasan la pala hasta tan arriba si no hay pueblos?
En fin.
Y si, hablaba de caída de agua. Un placer para los sentidos, aunque no para subir andando con las botas de la moto.
